Es denominado PHI, originado en el nombre de su descubridor, el matemático del siglo XIII, Leonardo de Pisa, también llamado Leonardo Fibonacci. No confundir con el número PI (π) que todos aprendemos en la escuela.
Su valor es 1,618 y es encontrado en la naturaleza como una razón constante. Ese número surge a partir de la Progresión de Fibonacci, una secuencia de números en que cada número originado es resultado de la suma de los anteriores.
La razón de un número, por su antecesor, es el número PHI.
De acuerdo con Verner E. Hoggatt, en el libro La Secuencia de Fibonacci, “la multiplicación de los conejos, el número de pétalos de una margarita y la arquitectura de Grecia antigua – en todo se encuentra la singular secuencia de números”.
Si dividimos el número de hembras por el de machos de cualquier colmena, siempre obtendremos el número 1,618, el PHI, así como ese es el número razón entre el diámetro de dos espirales de la concha de un molusco, o dos espirales de las semillas de un girasol, o de los pétalos de una flor, o también, las escamas de la piña o del ananá.
Esa es una constante encontrada también en la distribución de las hojas en un ramo, en las segmentaciones del cuerpo de un insecto, y hasta el cuerpo humano presenta la constante 1,618.
La distancia entre el suelo y la parte mas alta de la cabeza, dividida por la distancia del ombligo al suelo, es igual a 1,618; la distancia entre el hombro y las puntas de los dedos, dividida por la distancia entre el codo y la punta de los dedos, también es 1,618; la distancia entre la cadera y el suelo, dividida por la distancia de la rodilla al suelo, tiene la misma razón, y así continúa, en todos los segmentos del cuerpo humano.
Sin duda existe un orden en el Universo y, como hacemos parte de él, también estamos sujetos a ese orden.
Se cree que esa Divina Proporción haya sido aplicada, a través de los tiempos, en el arte y la arquitectura, tratando de imitar a la naturaleza para llegar a la perfección, como en el Paternon de Atenas, en Grecia Antigua; en la Gran Pirámide de Gizé, en Egipto; en muchas obras de arte del Renacimiento, en las partituras de Beethoven, Béla Bartók, Bach y también en el edificio de la ONU, en Nueva York.
“La mayoría de las personas prefiere, inconscientemente, dimensiones áureas al seleccionar cuadros, tarjetas, espejos, embalajes y otros objetos rectangulares. Tomando al pie de la letra, ese descubrimiento fue inmensamente explorado por empresas industriales de embalajes y rótulos, por minoristas en vitrinas y en otras áreas de comercio y publicidad”, nos cuenta Verner E. Hoggatt (foto al lado).
El número es la constante que determina el orden que ocupamos en el Universo.